sábado, 2 de enero de 2016

Pacto electoral o choque y fuga

http://larepublica.pe/impresa/opinion/726895-pacto-electoral-o-choque-y-fuga
La República
La mitadmasuno
18 de diciembre 2015
Juan De la Puente
Dos preguntas surgen del reciente acuerdo electoral entre el Apra y el PPC criticados porque Alan García le habría robado por lo menos una vez a Lourdes Flores el pase a la segunda vuelta y porque ésta en algún momento, hace 20 años, calificó de corrupto a García y a su primer gobierno: 1) ¿Es ético que los adversarios se alíen electoralmente; y 2) ¿Qué condiciones exige una alianza para que sea políticamente correcta?
Yo agregaría otras interrogantes:
1) ¿Por qué los partidos de izquierda, que se descalifican más enconadamente, tienen derecho a aliarse y no el Apra y el PPC?;
2) ¿Solo son aceptables los pactos fugaces en el Congreso para votar leyes económicas?;
3) ¿Son mejores para la democracia los pactos duraderos o los pactos “choque y fuga”?;
4) ¿Cómo jugará esta fobia al pacto cuando el nuevo gobierno necesite de acuerdos quizás más que los anteriores?
La historia, esa vieja señora, nos brinda algunas respuestas. Entre 1895 y 1980 el Perú fue gobernado 42 años por gobiernos de facto, 6 años por un gobierno civil de un solo grupo político (el primer gobierno de Manuel Prado) y 38 años por gobiernos surgidos de alianzas electorales o pactos políticos. Es decir el 86% de la vida democrática 1895-980 fue gobernada por pactos.
Es más, desde la Guerra con Chile y a lo largo del siglo XX no hubo partido significativo que no pactara incluso con sus adversarios más enconados, como fue la Coalición Nacional (entre el Partido Civilista y el Partido Demócrata, pierolista), la alianza entre el civilismo y el Partido Constitucional, cacerista; la Convención Nacional (alianza entre civilistas, liberales y constitucionalistas) que llevó al poder a José Pardo y Barreda en 1915; el Frente Democrático Nacional (Apra, Partido Comunista y Partido Socialista) para apoyar a José Luis Bustamante y Rivero (1945); la llamada “convivencia” del Apra y el Movimiento Democrático Peruano que hizo a Prado presidente nuevamente (1956) y la alianza de Acción Popular y la Democracia Cristiana que le permitió a Fernando Belaunde ganar en 1963.
También es cierto que desde 1980 los acuerdos electorales no ganan elecciones aunque sobreviven los pactos de gobierno postelectorales (AP-PPC 1980/84, PP-FIM 2001/05) y los acuerdos parlamentarios como el del Apra y el fujimorismo entre el 2006 y el 2011.
La mirada de los pactos forma parte de nuestra visión ideológica.  La izquierda denunció el pacto Apra-PPC en la Constituyente de 1978 pero defendió la Constitución de 1979. Por otro lado, nos horroriza menos que un gobierno elegido por la izquierda voltee a la derecha y que militantes de ideas políticas de una vida se pasen sin explicaciones a la otra acera. Del mismo modo, en Alemania, el SPD-socialdemócrata y el CSU-socialcristiano se tiran los trastos en la campaña pero se ven obligados a pactar un gobierno complejo, un consenso a palos a gusto de los alemanes, en tanto que en Grecia, el socialista Alexis Tsipras ha pactado sus dos gobiernos con el grupo Griegos Independientes, la derecha nacionalista ultrarreligiosa.
Creo que un pacto electoral es una decisión republicana; no creo que el acuerdo Apra-PPC sea contranatura –si el término se aplica a los valores intrínsecos no negociables– si ambos se parecen, se han acercado los últimos 5 años y se han besuqueado los últimos 2, aunque queda claro que allí sobran Chim Pum Callao y Fuerza Loretana con graves cargos de corrupción generalizada en las regiones que dirigieron.
Este acuerdo será histórico si lo quiere la historia. Si triunfa deberá luchar por sobrevivir y si no, pasará al desván de los pactos fallidos como Izquierda Unida (1980/89), el Fredemo (1988/90) o el Frente de Centro (2006). Por ahora, es un pacto obligado por las circunstancias; se parece más a la alianza entre el Apra y el odriísmo (1963/68) porque confirma el giro aprista hacia la derecha, aunque difiere de aquella porque el acuerdo Haya-Odría fue mucho más voluntario. No me queda duda sin embargo que es una decisión responsable a la que no habría que tirarle piedras, atrincherados en lo que sucedió hace 20 años.

Los peones del centralismo

http://larepublica.pe/impresa/opinion/724969-los-peones-del-centralismo
La República
La mitadmasuno
11 de diciembre de 2015
Juan De la Puente
Si pudiese sugerirles algo básico a los gobernadores regionales y a los alcaldes provinciales es que eviten los acuerdos electorales con las listas nacionales para apoyar a un candidato presidencial a cambio de colocar a un representante suyo en el Congreso.
Esa experiencia ha sido nefasta y fallida. El actual Congreso tiene por lo menos 8 congresistas que alcanzaron sus curules incrustados en por lo menos tres listas presidenciales que compitieron el 2011. Es el caso de legisladores elegidos por Áncash, Huánuco, Loreto, Junín y Cusco, entre otras regiones.
La operación no les ha servido a las administraciones regionales. Como primer efecto, los que participaron en alianzas que no ganaron la Presidencia de la República vieron enajenada la voluntad del partido ganador o, si formaron parte del grupo ganador, fueron presionados sin éxito para lograr mejoras gracias a sus contactos con el nuevo poder. Así, en uno u otro caso, solo consiguieron desazón y decepción.
Ninguno de los presidentes regionales que se ufanaron de haber hecho el 2011 el negocio de su vida, se reeligió. Antes, a poco más de un año en funciones, “sus parlamentarios” se mimetizaron en el Congreso, no lograron casi nada en favor de sus regiones con las que además perdieron contacto, en tanto que renunciaron a sus bancadas en la primera oportunidad o les dieron la espalda a los jefes políticos que organizaron el acuerdo.
Advierto que ahora por lo menos tres gobernadores regionales y algunos alcaldes de capitales de departamento han llegado a acuerdos con partidos nacionales. Estos pactos se basan en la seguridad de que los líderes regionales pueden endosar a un candidato nacional los votos obtenidos el año pasado, algo debatible y relativo. Son los casos, por citar dos ejemplos, de los gobernadores de Arequipa y Tacna, que obtuvieron alrededor de 20% de votos en la primera vuelta y que difícilmente endosarán ese caudal luego de un año de complejas administraciones.
Desde el lado nacional, en los partidos creen que un pacto con grupos locales puede resolver sus problemas de implantación, y el suministro de militantes, activistas y operadores tan necesarios en una campaña electoral. Eso también es relativo; en la mayoría de regiones los grupos que ganaron las elecciones del año pasado se han desactivado, los vínculos se han debilitado y las autoridades se han autonomizado, de modo que un acuerdo con una autoridad es principalmente con su aparato de gobierno. Y nada más.
Es cierto que para un grupo nacional sin implantación local un pacto con una autoridad local es mejor que nada. De acuerdo, pero el asunto cambia cuando lo que se quiere es gobernar un país en serio, una tarea cada vez más enfrentada por la hostilidad de un Congreso donde escasea la disciplina partidaria y los legisladores recuperan su independencia rápidamente.
Los gobernadores regionales tienen problemas nacionales más serios que sentar a un enviado suyo en una curul. El más desafiante es el destino de la descentralización, acosada por dentro y fuera de las regiones. Dentro, por la corrupción y la precariedad institucional, al punto que un gobernador regional ha sido vacado y otros tres están en esa ruta; y fuera, por un movimiento que propone ir en reversa. En la reciente CADE 2015 he escuchado por lo menos tres exposiciones que sugieren recentralizar el país bajo la convicción de que la descentralización ha fracasado.
La campaña electoral necesita de una potente y unida voz política de las regiones más que de enjuagues electorales que hacen de los líderes regionales peones del centralismo. Por si acaso, casi todos los candidatos guardan silencio sobre qué hacer con la descentralización, un proceso suspendido en el aire hace varios años, otro rasgo inédito de este proceso electoral. Como hace 30 años, las ideas de la capital se aprestan para decidir por el resto del país mientras los líderes fuera de Lima se contentan ¡qué tal minimalismo!  con buscar una esquinita en el Parlamento. Qué favor tan caro para el centralismo.

Candidatos: ¿Se parecen demasiado?

http://larepublica.pe/impresa/politica/723791-candidatos-se-parecen-demasiado
La República
(Balance corto de CADE 2015)
6 de diciembre de 2015
Juan De la Puente
La idea general luego de las exposiciones de los candidatos presidenciales en CADE 2015 es que los aspirantes se parecen tanto en las propuestas como en sus omisiones. De los tres grandes problemas que dominan la campaña electoral –la desaceleración de la economía, la corrupción y la inseguridad– solo el primero fue abordado con cierta amplitud –aunque no en profundidad– en una medida que permite considerar la evolución del Perú si alguno de ellos ganara las elecciones.Esta coincidencia no es suficiente para generar un consenso sobre un nuevo ciclo de crecimiento. Localizadas en la inversión pública, las propuestas no abordaron dos reclamos actuales, la caída de la inversión privada y la diversificación productiva.
Ha faltado más coherencia dirigida a proyectar una imagen completa de ese pacto para una estabilidad macroeconómica que nos es necesaria.
Las diferencias están en su disposición a relacionarse con los ciudadanos. Dos ejemplos sobre ello: 
1) Alan García y AlejandroToledo apuestan por la política mientras que los otros tres reducen el gobierno a la gestión técnica; es la colisión entre la década de 2001-2011 con la de 1990-2000, de la que Humala es una síntesis desarmada. PPK llegó al extremo de prometer menos política, como si esa contra-política no nos estuviera matando. 
2) Dos candidatos, García y PPK, designaron ante cámaras a sus ministros de Economía, mientras Keiko guardó bajo siete llaves la identidad de su equipo.
La presentación en la CADE 2015 ha servido también para verificar otros límites. Los candidatos carecen por ahora de una visión que relacione un probable gobierno suyo con las reformas institucionales que el país necesita con urgencia, y ya no solo las 32 iniciativas presentadas por la Asociación Civil Transparencia, sino a otras referidas a la corrupción y a la inseguridad. Si esa carencia obedece a la convicción de que los próximos 5 años son una simple extensión de los últimos 15, tenemos problemas. 
Finalmente, también ha servido para fijar un techo conceptual al crecimiento de Acuña, que parece adolecer de la misma falta de calidad que su presentación.

viernes, 1 de enero de 2016

Gobernar, cambiar, pactar

http://larepublica.pe/impresa/opinion/723313-gobernar-cambiar-y-pactar
La mitadmasuno
La República
4 de diciembre 2015
Juan De la Puente
Uno de los temas que deberán abordar los candidatos que hoy concurren a #CADE2015 es el de la reforma política. La demanda de cambios institucionales ha llegado a un nivel en el que es imposible no referirse a ella, de modo que si un candidato cree que puede llegar a Palacio de Gobierno eludiendo esta respuesta, comete un grave error. Incluso podrían esquivar el tema en esta oportunidad pero no podrán evitarlo a lo largo de la campaña y además tener éxito electoral.
La reforma es el eje sobre el que girará la política en los próximos 5 años, tanto los cambios que se requieren para impulsar un nuevo ciclo de crecimiento como para atajar la severa perdida de legitimidad de líderes e instituciones. Si se trata de resumir, aun a riesgo de esquematizar, las características del próximo Presidente de la República, estas son: 1) Un presidente fuerte con un margen de maniobra suficiente para la toma de decisiones difíciles; 2) que sepa pactar a tiempo y conservar los pactos, sobre todo en el Congreso; 3) que sea capaz de llevar adelante reformas (y que no solo las predique); y 4) que culmine su mandato.
La idea de que el próximo año elegiremos un presidente que solo nos gobierne es un error, por incompleta. No solo por el hecho de que como sucede siempre elegiremos un poder (el Ejecutivo) y un contrapoder (el Congreso), sino porque en ambos casos se han revelado cambios en el actual período: el primero nos ha mostrado que puede debilitarse a niveles inéditos, mientras que el segundo nos ha enseñado que, si quiere, puede jaquear la gobernabilidad sin mucho esfuerzo. Ahí están para los incrédulos las veces en que el Parlamento votó ámbar en la investidura de los premieres René Cornejo y Ana Jara.
El nuevo presidente no solo debe gobernar. La agenda que le espera es un poco más gorda: debe gobernar pactando, reformando y en esa medida garantizar la gobernabilidad, de modo que deberá esforzarse tres veces más. Considerando tal perspectiva, las obligaciones de los candidatos con los electores son mayores y los temas que deberían abordar son más complejos y exigibles.
Una de estas obligaciones se refiere al contrapoder señalado líneas arriba. Me temo que, salvo alguna excepción, los candidatos presidenciales no están siendo responsables en la elaboración de las listas parlamentarias, una tarea que acometen con la peligrosa idea de sumar apoyos y dinero, una táctica que en el gobierno o fuera de él podría reventarle al sistema en la cara. Evitar que un grupo de piratas aborden el barco parlamentario es ahora –entiéndase bien, ahora– una obligación republicana que debe ser exigida a quienes compiten por el poder.
La gobernabilidad en los próximos años estará en el Congreso, en la calle, en los medios, en el mercado y, claro, en el gobierno mismo. En esa medida, el “yo haré” es muy importante pero nuevamente incompleto. En la línea de las reformas, el “nosotros haremos” adquiere una significación estratégica porque indica la capacidad del nuevo poder de relacionarse con otros poderes, legales o fácticos, para conseguir resultados. Solo por poner un ejemplo, no será posible reformar la administración de justicia sin pactos con el Congreso, el Poder Judicial y otros organismos constitucionales.
No estoy seguro de que todos los candidatos se encuentren mentalizados con la idea de gobernar cambiando y pactando. Sobre lo primero, las referencias a las reformas han sido escasas y en cambio se aprecia una cultura tecno-burocrática en la elaboración de los planes de gobierno; las comisiones que los elaboran son enclaves cerrados de tecnócratas sin conexión con la política. Sobre los pactos, me temo que el formato de la campaña electoral, que transcurre como una prolongación de la guerra política de los últimos tres años, no podrá ser desmontado debido a la formación de un escenario igualmente inédito en el que no se aprecia un centro político y vasos comunicantes. Es cierto, en política los enemigos pactan, pero las heridas demoran en cerrar y no sé si el país espere.

Agárrate del cambio, ahora

http://larepublica.pe/impresa/opinion/721522-agarrate-del-cambio-ahora
La República
La mitadmasuno
27 de noviembre de 2015
Juan De la Puente
La próxima semana los 5 candidatos presidenciales mejor ubicados en las encuestas sobre intención de voto expondrán en CADE 2015 los avances de sus planes de gobierno. No será un debate cara a cara pero será la primera oportunidad para compulsar los contenidos de las opciones para el próximo quinquenio.
Este primer encuentro es tan inédito como el proceso electoral mismo que vivimos. El lema de CADE “El Perú necesita cambios para seguir creciendo” contrasta con la timidez de los políticos para proponerlos. Esta brecha, entre política vacilante vs instituciones que demandan transformaciones, resume un impensado cambio de roles que la crisis política está fraguando.
En las elecciones del 2006 y 2011, el mercado se situó en una posición recelosa del cambio y fueron los líderes políticos los que impulsaron el debate sobre los ajustes al llamado “modelo” y en menor medida la reforma de las instituciones. Ahora, a pesar de un proceso crítico a cuestas, son los políticos los recelosos de las reformas y estas son sugeridas desde otros lados del escenario. Por ejemplo, las propuestas de reforma electoral fueron impulsadas por los organismos electorales a la cabeza de una colación de instituciones que integran la Plataforma por la Reforma Política y Electoral, la misma que jaló a un Congreso remolón y disgustado en las 5 normas dictadas este año.
Mientras la política parece congelada en los años 2006 y 2011, persistiendo en un debate electoral sobre estabilidad/continuidad, se acrecienta la exigencia de propuestas precisas frente a la desaceleración de la economía, la inseguridad, la corrupción y la inoperancia de la mayoría de instituciones, especialmente de aquellas relacionadas a la justicia y a la transparencia pública.
Las teorías del cambio –que enfatizan en el liderazgo de los actores y en su audacia, y la capacidad para fijar estrategias que encaren las contingencias– anotan que las crisis activan un menú de ofertas que inciden en el inicio de grandes procesos de reforma, útiles sobre todo para la primera fase que los cambios implican, es decir, la transición y sus incertidumbres.
Eso no está sucediendo. Instalar una lógica de cambio en el debate público es fundamental como una condición de vigencia de la democracia en el siguiente período. Es también necesario para evitar un carnaval populista que reemplace el horizonte de las reformas, las manosee y finalmente las paralice. En menos de 4 meses, se han presentados en el Congreso 380 proyectos de ley que podrían acabar en un frenesí de decisiones que no se inscriben ciertamente en una reforma institucional. La creación masiva  de distritos –nueve en una semana– y la posibilidad de que Ventanilla pase a ser provincia sin mayores estudios, en medio de la campaña electoral hacen prever un camino conocido: clientelismo en lugar de reformas.
¿Por qué los políticos que encabezan las encuestas no nos hablan de reforma? La primera explicación es que la campaña se ha iniciado. Este argumento suena a coartada. Siendo cierto el retraso en la elaboración de los planes a detalle, es inocultable que los discursos electorales están rehuyendo asuntos claves como la formación de un nuevo consenso alrededor del crecimiento, agotado ya este; o qué hacer eficazmente para rebajar los índices de delito e impunidad en alza, solo por citar dos asuntos cruciales.
Más allá de la vigilancia de las formas, que es también importante, la vigilancia de los contenidos se convierte en un desafío básico de la campaña. Los políticos no se están imaginando el futuro y este sí es un asunto grave para un régimen democrático que agota un ciclo de 15 años y que debe empezar otro. Es probable que esto también se deba a la total entrega de los líderes al marketing político, pero no es menos cierto que revela la falta de grandes ilusiones y de compromisos personales. No parece ser un asunto de pegada sino de llegada, es decir, de horizonte y perspectiva, una falta de apuesta a la Fortuna, Virtù y Gloria, a decir de Maquiavelo.

Primeras victorias de la contrapolítica

http://larepublica.pe/impresa/opinion/719838-primeras-victorias-de-la-contrapolitica
La República
La mitadmasuno
20 de noviembre de 2015
Juan De la Puente
La reciente encuesta de Ipsos nos coloca ante un escenario a punto de cerrarse con una oferta electoral limitada, que franquea o libera la actitud de los electores ante los candidatos presidenciales. En ella se aprecia que ha concluido la demolición de los tradicionales tabúes que relacionaban ética y voto. Sin duda, nuestra contrapolítica es la fase superior de la antipolítica.
Según el sondeo, la mitad de peruanos (48%) no cree que alguno de los 5 aspirantes presidenciales ubicados en los primeros lugares de intención de voto sea honesto. Sin embargo cree que, cifras más o menos, son inteligentes, carismáticos y dotados de experiencia y liderazgo, de modo que entre todos suman el 75% de intención de voto.
El cuadro de la oferta y demanda electoral actual se completa con otros 2 datos curiosos: una abrumadora mayoría superior al 90% cree que los aspirantes a la presidencia deberían presentar certificados penales, peritajes psiquiátricos y de ingreso económicos y de propiedades, en tanto que otra contundente mayoría, en cifras que van desde el 53% al 72%, está en contra de que los partidos reciban financiamiento del Estado, y de empresas e instituciones privadas, es decir, casi que vivan del aire.
El pragmatismo de los ciudadanos o su supuesta ignorancia no son suficientes para explicar esta suerte de sobreexigencia a los políticos vs tolerancia con la actual oferta electoral. En el abandono de los códigos clásicos que subordinaban la honestidad a la confianza juega más la contrapolítica de las élites, principalmente la que se asume democrática, la misma que ha sido incapaz de gestionar cambios de algún calado que fortalezcan la representación y las instituciones.
La antipolítica que implantó el fujimorismo no fue atajada y ya fue. Por el contrario, se ha recreado varias veces disolviendo aún más las relaciones, lealtades, programas, discursos y símbolos de la política. Esta tendencia ha producido una nube impresionante de políticos y grupos sin identidad y conexión en la base de la sociedad, un proceso que ha llegado al ámbito mayor, llamado nacional solo como costumbre porque el Perú carece precisamente de eso, de voto nacional y de identidades nacionales. Como nunca desde 1980, los grupos “nacionales” solo ganaron el año pasado el 18% de provincias y el 22% de distritos.
La contrapolítica es eso, una completa recusación a toda práctica política y el rechazo a un mínimo estándar de representación pactada, es decir, un vaciamiento de los más elementales principios republicanos. La frase redondeada en una encuesta del año pasado, de “voto por el que roba pero hace obra” es más que una intención de voto; podría ser el título de un libro con centenares de sentidos más comunes de lo que pensamos, entre ellos los manidos “déjame trabajar, hermanito” e “importa poco en qué lista soy candidato”.
Para quienes se preguntaban cómo sobreviven los ciudadanos en este nivel de la crisis del sistema, la respuesta es que la contrapolítica, que es la crisis misma, es muy prometedora. Ella tiene la vida asegurada y le proveerá de cuadros al sistema con el mismo estándar que presentan ahora las 10 mil autoridades elegidas por el voto popular. Sin reforma a la vista ya es una forma de hacer y ver la política, una manera de ensanchar el campo de la ciudadanía y que permite –aunque lamentablemente– una integración igualmente cínica de los peruanos a un sistema híbrido, dividido y fragmentado.
Eso es lo que tenemos. A veces sonrío cuando leo a columnistas y/o académicos desesperarse porque los ciudadanos no calzan en los moldes clásicos o no se comportan como ellos quieren. No tendrían que hacerlo si los primeros en “desrepublicanizarse” han sido las élites llamadas nacionales. Si nos atenemos a la tensión entre la promesa republicana y la neoliberal de la que nos hablaba hace algunos años Alberto Vergara, ya tenemos ante nosotros la síntesis de ese desencuentro, con menos república por supuesto.

domingo, 29 de noviembre de 2015

¿Se mueve o no se mueve? Desagregando la intención de voto, lo rural y lo urbano

Por Juan De la Puente
29 de noviembre de 2015
La encuesta que hoy publican GfK y La República debe ser tomada con la racionalidad propia de una medición de un proceso en curso. No es ni un punto de partida ni de llegada sino un hito. Desconfío de la idea clásica de que es una foto –me parece un argumento muy básico- porque me sugiere que no tiene necesariamente una imagen antes y otra después. Pienso más bien que es una filmación en cámara lenta y/o una toma muy abierta que prefiero mirar en conjunto y comparando.
Sugiero desagregar los datos de esta u otra encuesta si se trata de mediciones previas a un evento que se realizará en 150 días y resistirse a la tentación de agregar y absolutizar. Uno de los problemas del análisis político es el privilegio de la agregación. Los análisis económico y jurídico son muy superiores en este punto.
Creo que tratándose de un escenario donde la mayoría de candidatos ya están designados (o auto-designados) deberíamos salir de la comparación de coyuntura “mes contra mes” y pasar a otra de mediano plazo. Si comparamos la de ahora con las mediciones de GfK de los últimos meses –agosto, setiembre y octubre- podemos encontrar algunos datos muy interesantes de cómo la campaña impacta o no es sectores y territorios.
1.- El tablero ha sufrido modificaciones parciales en un marco de estabilidad general. Los cambios destacables porque implican considerables traslados en la intención de voto son en la parte baja del tablero: a) el que se opera con César Acuña que pasa de 3% a 7%; b) la caída de PPK que pasa de 13% a 9%; y c) el incremento del rubro No sabe/No precisa que sube de 13% a 17%; y d) los movimientos hacia arriba y abajo en el voto rural.
2.- La estabilidad es más notable en las cifras altas: a) Keiko Fujimori se mantiene en el tercio de la intención de voto (33%); b) Alan García en 6%, aunque pasa del tercer lugar al cuarto al igual que Toledo; c) el Sr Blanco/Viciado que se mantiene en 19%; y d) los candidatos con intención de voto de 1% hacia abajo tampoco han podido escalar a costa de los otros o de los indecisos o viciados.
3.- El escenario apreciado hace meses no se ha alterado y persisten sus características: más de un tercio de votos en favor de las opciones de derecha, un centro por ahora desestructurado y una izquierda simbólica además de desestructurada, también por ahora. En cambio, un alto porcentaje de personas votarán viciado o no saben o no responden por sus preferencias (ambos suman más que el 2” y 3er lugar juntos). A este escenario lo llamo el de Blancanieves y los siete enanitos. Mientras más enanitos en el cuento sin la presencia de un príncipe que altere la escena, la protagonista seguirá siendo aquella.
4.- Por ahora la campaña tiene más efectos en el Perú rural. Allí Keiko ha subido 5 puntos en 4 meses, García y Acuña duplican su intención de voto, en tanto que se ha reducido en 8 puntos el voto Blanco/Viciado (de 23% a 15%) aunque se ha disparado la indecisión, que ha pasado de 16% a 24%.
5. También se operan cambios al interior de cada intención de voto en los últimos cuatro meses, y que es preciso desagregar: a) Keiko baja en la zona urbana 4 puntos pero se dispara en la rural 10 puntos, se mantiene en los sectores C y D/E pero cae 5 puntos en los sectores A/B; b) PPK baja en el interior del país 5 puntos y en todos los sectores sociales pero sobre todo en las zonas rurales, de 7% en agosto a 3% en noviembre; c) Acuña se ha disparado en los sectores sociales C y D/E donde pasa de 2% a 9% y de 3% a 7%, respectivamente. Acuña también sube en las zonas urbanas de 3% a 8%.
6. También se registran cambios en el voto Blanco/Viciado. Sube en las zonas urbanas 3 puntos, baja en el Perú rural y se dispara 7 puntos en los sectores A/B, donde pasa de 13% a 20% y en Lima, de 13% a 17%. El grupo No sabe/No preciosa sube 3 puntos en las zonas urbanas y 8 en las zonas rurales de 16% a 24% y 5 puntos en los sectores D/E de 13% a 18%.
7.- Es cierto que Acuña avanza y se convierte en lo que Alfredo Torres ha llamado “urderdog” un perdedor esperado que sorprende en la carrera. El aumento de su intención de voto contribuye a cerrar el escenario pero no habría que adelantarse si se tienes 36%d de votos entre disconformes con todos o que no saben y no opinan. Por otro lado, las caídas tienen que ver con dos fenómenos: la falta de campaña en el Perú rural, un problema que no se resuelve de la noche a la mañana y las lógicas de voto/antivoto que se opera en los sectores A/B y C/D que bloquean tanto a Keiko arriba como a PPK y García abajo que esta vez podría ser más determinantes en la primera vuelta.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Insospechado giro de la campaña

http://cdn.larepublica.pe/impresa/opinion/718036-insospechado-giro-de-la-campana
La mitadmasuno
La República
13 de noviembre de 2015
Juan De la Puente
Faltan 150 días para las elecciones y aún falta cubrir los tres pasos más importantes del cronograma electoral: la convocatoria a las elecciones mismas (el plazo expira el 12 de diciembre), la inscripción de listas presidenciales (11 de enero) y la inscripción de listas parlamentarias (10 de febrero).
Implicados en una campaña iniciada de facto, esta transcurría en los afanes de fichajes de personalidades, amagos de alianzas y designaciones de candidatos, siguiendo nuestro viejo esquema de proceso electoral que los partidos se han negado a cambiar y que usa la mayor parte del tiempo en tareas internas dejando poco espacio a la campaña propiamente dicha y más aun al debate de las grandes ideas.
Los candidatos hasta ahora se parecían demasiado. La propuesta de sacar a los militares a la calle, a cargo del Apra y Perú Posible, no había alterado una homogeneidad conservadora de la política y de la economía, situada sobre todo en la crítica a Humala y con una escasa audacia para enfrentar con consistencia los tres grandes temas: corrupción, inseguridad y la desaceleración del crecimiento.
La irrupción del tema de las AFP en la campaña es un giro insospechado que fuerza un retorno a uno de los temas de debate de las campañas de los años 2006 y 2011. El ataque al modelo vigente de AFP se relaciona con 4 millones de afiliados, de los cuales solo cotizan dos millones y medio. No obstante, es un avance sobre el núcleo duro del modelo económico primigenio compuesto precisamente por las AFP, las privatizaciones, la desregulación y liberalización de los mercados, y la reforma tributaria.
Al abrirse este debate se abre también la discusión sobre el destino de los otros modelos previsionales como el de la ONP, la Caja Militar Policial y Pensión 65. Se reabren también otras discusiones referidas a la distribución y a la regulación del Estado de las actividades económicas, de modo que la tendencia es integrar un cuarto elemento a la campaña y que podría ser rotulado como “reformas al modelo, “nuevo modelo” o “regulación pública”.
Es probable que la integración de este cuarto elemento destape lógicas tanto populistas como progresistas. No obstante, a diferencia de las dos elecciones anteriores, no se tiene a la vista un candidato que desde la izquierda pugne por reformas económicas de calado. Sin Humala en escena –y estando él ahora en las antípodas de sus anteriores mensajes– es difícil para los grupos progresistas construir un mensaje económico alternativo fuerte.
Es también una oportunidad invaluable para la reconstrucción de un programa de centro que proponga cambios menos radicales pero igualmente apreciables en la economía. Al grupo de candidatos que merodean por esos lares no les había ido bien intentando seducir al electorado conservador que han conquistado Keiko Fujimori y PPK.
Esta puede ser la hora del cambio para Alan García, César Acuña, Alejandro Toledo y Verónika Mendoza, que tienen ante sí una oportunidad irrepetible. Este regalo de la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) puede ser catalizado como el inicio de una mayor diferenciación de sus candidatos, para ganar ese 35% de votos todavía en disputa según las encuestas y arrancharles puntos a Keiko y PPK, los que menos deseaban un debate que les obligue a defender en bloque el modelo.
La variable cambio no había aparecido en la campaña y no se apreciaba un candidato nuevo en todo o en casi todo. A diferencia de los procesos anteriores las reformas venían como una demanda de la sociedad frente a una oferta política más retrechera de los candidatos y medios.
Al ser los actores políticos forzados a introducirse en los territorios macro de la economía, la ideología reasume un papel significativo en la competencia electoral. En el contexto de una crisis política ya reconocida por todos, la agregación de estos cuatro elementos (corrupción, inseguridad, desaceleración y regulación pública) promete una campaña intensa y de mayores contenidos que hace algunos días.

viernes, 6 de noviembre de 2015

#Lapolíticaen140caracteres

http://larepublica.pe/impresa/opinion/716130-lapoliticaen140caracteres
La República
La mitadmasuno
6 de noviembre 2015
Juan De la Puente
La ONPE en alianza con la Asociación Civil Transparencia e IDEA Internacional realizaron esta semana el Seminario Redes Sociales, Democracia, Política y Participación Ciudadana, una interesante discusión sobre un fenómeno que es crucial en la campaña electoral en curso. El rasgo de esta reflexión ha sido una saludable desmitificación de su carácter mágico-sanador de la crisis política enriquecida con las exposiciones de Agustín Frizzera (Argentina), Dag Petter Svendsen (Noruega) y Mario Riorda (Argentina).
Es cierto que las redes sociales son abrazadas por la política peruana con sumo entusiasmo y su uso intensivo forma parte de toda receta que aspira al éxito. Este aprovechamiento no es necesariamente extensivo, de modo que ahí también los partidos y líderes se mueven con un marcado minimalismo. La idea de la convergencia como el principal elemento de la utilidad de las redes (Riorda) no es una tendencia peruana, donde en cambio se afirma una divergencia. Los grupos políticos y líderes que operan con cierta eficacia en las redes sociales exhiben otras carencias; inclusive en el manejo mismo de las redes se aprecian vacíos de los actores políticos 2.0. Por ejemplo, ningún líder relevante o partido combina con cierta continuidad el uso del Facebook, Twitter y un canal de TV digital. ¿Tenemos algún político youtuber?
Las redes sociales están ordenando y organizando la política peruana, un efecto insospechado hace pocos años aunque en el seminario se señaló (Frizzera y Riorda) que se ha trasladado a la ciber-política los vicios de la política tradicional, como la emisión de mensajes sin atender a las respuestas, la falta de transparencia y de rendición de cuentas, y la evasión de los contenidos.
El dinamismo de nuestra ciber-política no se asienta sobre un sistema de partidos mínimos sino sobre la antipolítica y el antipartido. En algunos casos, como en la campaña electoral de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en el año 2011, las redes reemplazaron virtualmente al grupo político, en una suerte de partido digital o partido software, y en otros, como en la campaña No a Keiko, sustituyó de algún modo a la movilización. Estas experiencias fueron exitosas –PPK estuvo cerca de pasar a la segunda vuelta– pero no operaron como elementos de una comunidad integrada y cohesionada sino como la comunidad misma o la sustitución crítica y audaz de una comunidad ineficiente y dormida, como fue el caso de No a Keiko.
Desde el 2011 hasta ahora, pasando por la campaña regional y local del 2014, las redes expresan las limitaciones de la política y quizás su fracaso porque se les atribuye un poder sanador ante la falta de democracia interna, organización y programas. Eso conduce a la formación de comunidades políticas fragmentadas y representaciones difusas, donde se informa más y se comunica menos, se combate cuerpo a cuerpo pero no se rinden cuentas, y se envían mensajes pero se rehúyen los compromisos. La ciber-militancia es sugestiva porque nos facilita exteriorizar la adhesión, pero al fin y al cabo es una militancia muy limitada si no forma parte de una estructura, o la evita o la niega. El seguidor o fan político (PPK dixit) no es obviamente un militante si el líder no lo quiere.
El formato de la campaña electoral en curso se adivina consistente con esta tendencia. Es muy probable que sea una campaña tuitera, centrada en el combate diario y en el predominio de frases efectistas, golpes directos y respuestas duras, sin ánimo de trascender hacia mayores contenidos. Es el mismo formato de la guerra política librada los últimos tres años y que ha empequeñecido a la mayoría de partidos y líderes. El rasgo central de este modelo de competencia es la prescindencia del fondo y la absoluta suficiencia de los símbolos y de las frases cortas, sin proyección y compromiso.
Es cierto que es poco para lo que el país necesita, pero es lo que nos pueden dar los que aspiran a gobernar los próximos 5 años. La política peruana cabe en 140 caracteres. Y a veces estos sobran.

Acuña, Toledo y el centro mínimo

http://larepublica.pe/impresa/opinion/714273-acuna-toledo-y-el-centro-minimo
La República
La mitadmasuno
30 de octubre de 2015
Juan De la Puente
Sin duda el actual proceso electoral es inédito, por lo menos para mí.  Nunca he visto que el incremento de uno o dos puntos de la intención de voto de un candidato sea tan valorado y hasta celebrado por algunas encuestadoras y medios. Eso ha sucedido con César Acuña recientemente.
¿Cómo es posible que un ligero movimiento que cae en el error estadístico sea considerado un terremoto? Por ahora, la única respuesta es la angustia que provoca la esperada resurrección del centro político que fue el elemento crucial de las victorias electorales desde 1980.
Lo nuevo no es el crecimiento de Acuña sino el congelamiento del escenario electoral, un fenómeno que no puede explicarse desde el argumento “falta mucho para las elecciones” o  “la campaña recién empieza”. Es más cierto que en los procesos anteriores (2001, 2006 y 2011) a poco más de 5 meses de las elecciones no se tenía una distribución de fuerzas tan dispareja, con un (a) candidato (a) por encima del tercio electoral y un pelotón de candidatos que juntos no le alcanzan.
Este escenario desequilibrado se debe a que mientras el espacio de la derecha está formado, el del centro y el de la izquierda están desestructurados. El centro se ha hundido por el papel desastroso de Alejandro Toledo y por la tendencia centrífuga de varios grupos, entre ellos Acción Popular y Somos Perú. En tanto, la izquierda está desarmada electoralmente por efecto de la derrota programática de Humala y por la gestión errática de su liderazgo tradicional.
El descalabro del centro es evidenciado en la reciente encuesta de GfK: el 24% afirma simpatizar con la derecha, el 16% con la izquierda, el 15% con el centro y el 45% con ninguno. Ya sé, díganme ahora que ser de centro “es algo relativo”. De acuerdo, pero no tengo registro de los últimos 15 años de un reconocimiento tan alto de la derecha por encima del centro y una alta despolitización de los ciudadanos. ¡Gracias, antipolítica!
No sé si Toledo y Acuña, que en las encuestas oscilan entre 7% y 11%, puedan volver a estructurar el centro. El segundo es por ahora un Toledo con rostro humano por el bajo rechazo que suscita y gracias a un menor cuestionamiento personal. Sin embargo, la campaña electoral es larga, mala y maléfica. Acuña tendrá que exponerse más, absorber las denuncias serias que ya han empezado a llegar y responder preguntas de fondo sobre economía, salario, corrupción y seguridad. Será interesante, por ejemplo, que explique en qué medida la calidad de su modelo educativo será diferente a la que exhiben las universidades de su propiedad.
Toledo parece tener la suerte echada, aunque nadie está muerto hasta el día de su muerte. Sin estado mayor, sin aliados, sin bases y sin medios, será difícil volver a liderar el centro como lo hizo del 2001 y gran parte del proceso electoral del 2011.
Con esas tendencias ya operando, el centro puede tener otros pocos inquilinos, con distinta posibilidad: PPK, Alan García o el candidato que presente Acción Popular. Sin embargo, enormes potencialidades guardan los movimientos regionales y locales cuya puerta han empezado a tocar los partidos nacionales, aunque vistas las primeras noticias los primeros acuerdos tienen más el sabor de operaciones de compra-venta de curules que alianzas con vocación duradera.
Es el modelo de campaña el que impide por ahora descongelar el actual escenario cuyo elemento destacable es un centro mínimo. Este modelo se asienta sobre una guerra política que ha debilitado a casi todos, ha destruido la moderación y el diálogo y empoderado los discursos radicales e intolerantes. Mientras los candidatos hagan alarde de fuerza y sectarismo estarán colocando más límites a su capacidad de movimiento. No olvidar que el escenario casi se ha cerrado y que dos tercios de los encuestados (según GfK) están muy seguros de su voto y no piensa cambiar de candidato.
Que en unas elecciones democráticas no gane el centro político, como lo hace religiosamente desde 1980, tendrá sus costos. Y no creo que uno de ellos sea más gobernabilidad.