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sábado, 30 de junio de 2018

La renovación retrograda

https://larepublica.pe/politica/1265104-renovacion-retrograda
La República
La mitadmasuno
22 de junio de 2018
Juan De la Puente
Una mirada inicial a las candidaturas para las elecciones regionales y municipales de octubre próximo arroja cambios en la formación de las opciones y notifica del agravamiento de la crisis de los partidos.
En términos absolutos se aprecia el incremento de la falta de cobertura nacional de los partidos. Salvo Alianza para el Progreso (presente en 25 regiones, 184 provincias y 1309 distritos) y de Acción Popular (22 regiones, 156 provincias y 962 distritos) los grupos denominados nacionales no logran presentarse en el 50% de las regiones, y han presentado listas en poco más de un tercio de municipios provinciales y en alrededor de un quinto de municipios distritales.
Los partidos parecen haber llegado a la conclusión de que sus fuerzas les permiten asumir limitadamente solo el ámbito regional; de las 367 listas presentadas a las regiones, 265 son de los partidos y 102 de los movimientos regionales. En cambio, las provincias y distritos han sido “abandonados” en manos de los movimientos regionales, considerando la ley aprobada por el Congreso el año pasado que estrecha la presencia de los movimientos locales.
Esa presencia limitada de los partidos, es todavía más precaria debido al fichaje de candidatos a gobernadores regionales y alcaldes independientes, de modo que crece sustantivamente el número de listas vientres de alquiler. Un ejemplo perfecto es Lima, donde 11 de los 21 candidatos que pretenden competir por la alcaldía metropolitana no pertenecen al grupo político que los llevan en sus listas.
¿Qué ha pasado con los militantes? Se acentúa el proceso iniciado años atrás que, ante el incremento del costo de las campañas y la destrucción del tejido partidario, entrega los lugares más destacados en las listas a quienes tienen más dinero o quienes resultan más conocidos por razones extra políticas. El militante es ya un ciudadano de segunda categoría dentro de su partido.
Esta dinámica combinada de debilidad partidaria y arremetida interna y externa del poder económico con propósitos electorales, arroja un cuadro donde predomina la imagen del asalto de las regiones y municipios por fuerzas incontroladas carentes de vocación orgánica con el régimen democrático. Si a lo descrito se agrega la prohibición de la reelección de alcaldes y gobernadores regionales, el sueño del “que se vayan todos” se va haciendo realidad. Es la renovación indeseable y retrógrada. Se van los partidos, los militantes, los grandes movimientos regionales y las élites comprometidas con la descentralización. Y se quedan o vienen los aventureros y el dinero.
La revisión de nombres arroja algunas conclusiones preliminares. Las más importantes reportan la presencia de candidatos cuestionados por desempeños anteriores, incluido el manejo oscuro de los recursos públicos, que retornan a la competencia arrastrando procesos judiciales (los casos de Ancash, Junín, Huánuco, Cusco, Puno, Cajamarca); candidatos que saltan de las regiones a los municipios o viceversa en un carrusel de pactos sospechosos con enemigos irreconciliables; candidatos que lo son a costa de fracturar los partidos existentes; y el retorno de políticos nacionales a las “ligas menores” sin haber destacado en la representación parlamentaria.

Este proceso no tendría lugar si no estuviera acompañado de un vaciamiento de programa. He revisado las propuestas de los candidatos en algunas regiones y en Lima y la conclusión es la ausencia de ideas fuerza, inclusive de la promesa de obras como sustituto del programa electoral. El “que se vayan todos” se ha interpretado como que se vayan también las ideas y sean reemplazadas por la nada. El que tiene dinero habla como quiere, y si no quiere, solo hace campaña sin ideas. En este contexto, es presumible que la campaña electoral sea principalmente un acto permanente de contracampaña, y que los elegidos no se sientan obligados por los electores a asumir determinados compromisos y, por lo tanto, tengan las manos libres para hacer lo que les plazca desde el cargo que ocupen.

viernes, 25 de mayo de 2018

El conocido fantasma del pasado

https://larepublica.pe/politica/1244695-conocido-fantasma-pasado
La República
La mitadmasuno
18 de mayo 2018
Juan De la Puente
Se discute sobre la ligera caída en la aprobación del presidente Martin Vizcarra registrada por la reciente encuesta de Ipsos Perú. Los 5 puntos que pierde implican un agujero en luna de miel de la que goza, instalando una plataforma distinta a la esperada.
La palabra adecuada para registrar el hecho quizás no sea “instalando” sino “reinstalando”, es decir, el retorno a un ciclo conocido caracterizado por la reducción del entusiasmo público. Las explicaciones respecto a este dato son dos: 1) La caída se debe al retraso de las señales sobre la identidad de su gobierno; o 2) las señales enviadas, en efecto pocas, no son las que la opinión pública esperaba. En la opción 1) el problema sería coyuntural, y en la opción 2) el problema sería estructural.
Me inclino por lo segundo. Si desagregamos los datos podríamos tener mayores elementos explicativos. En este desagregado se advierte que el Congreso y el Gobierno vuelven a ponerse a la baja luego de un hipo en el mes de abril. El gobierno ha caído 7 puntos y el Congreso 6, en tanto el gabinete de César Villanueva no es objeto de grandes desaprobaciones: sobre el premier, la cifra más contundente es el 37% de “no precisa” contra el 30% que lo aprueba y 33% que lo desaprueba.
Asimismo, el detalle de la aprobación presidencial refiere que ha caído 9 puntos en el norte, sur y en el Perú rural; 6 puntos en el oriente; y que mantiene su aprobación en Lima. Al mismo tiempo, las cifras que más se mueven son las que se refiere a la desaprobación, 19 puntos en el centro, 13 en el sur y 10 en el norte, con distintas rutas: solo en el centro se advierte el trasvase del “no precisa” a la desaprobación, en tanto que, en el norte y el sur, el tránsito de la aprobación a la desaprobación parece directo, sin escalas.
La aprobación presidencial cae y sube la desaprobación fuera de Lima con énfasis en las dos regiones que más ha visitado Vizcarra en sus primeras semanas de gobierno, y a pesar de su demostrada vocación de presidente que no se queda en Lima y el evidente impulso a los mecanismos de trato directo con las regiones y municipios.
Explicando la paradoja, el desafío del actual gobierno es distinto al que tuvo PPK. Cuando inauguró su mandato, el principal reto de Kuczynski eran sus relaciones con el Congreso, en tanto la opinión pública fue muy paciente con su desempeño. Vizcarra parece tener la figura invertida: tolerancia en el Congreso y una opinión pública reacia al respaldo abierto.
El porqué de este cuadro se encuentra en la misma encuesta de Ipsos. En ella, los peruanos no se dan por notificados con los cambios en la gran correlación de fuerzas. Siguen apareciendo como rudos opositores que “buscan en enfrentamiento” (sic) el Apra (55%), Fuerza Popular (51%) y el Frente Amplio (38%), mientras que la bancada PPK, austera en su respaldo a Vizcarra, sigue apareciendo como oficialista (38%).
La opinión pública tiene poco interés en la etapa posterior al antagonismo gobierno/oposición (demostrado en la indiferencia ante el debate de la confianza al gabinete en el Congreso); es cierto que asimiló con facilidad la madura sucesión constitucional, pero parece que no ha dado el paso siguiente: no se ha comprometido emocionalmente con el nuevo curso político, de manera que no premia, necesariamente, la cooperación entre poderes.

La de Vizcarra no será una excepción en el ciclo de presidencias débiles inaugurado el año 2001. Por ello, deberá remar rio arriba con la convicción de que se ha desmontado la confrontación dura pero no el lenguaje y la practica belicosa de la política peruana. Hacerse cargo ahora del componente estructural de esta pequeña caída, lo que en su momento no hizo PPK, implica reconocer que la relación con el Congreso es solo una parte de la gobernabilidad mirada desde el Gobierno, o que las señales positivas –visitas regionales por arriba y franqueza en el diálogo- no son suficientes. Se precisa también de una narrativa nacional que movilice a la sociedad y que la reconozca como el elemento más importante de la gobernabilidad.

Dos escenarios y dos políticas

https://larepublica.pe/politica/1237074-escenarios-politicas
La República
La mitadmasuno
4 de mayo 2018
Juan De la Puente
La política peruana ha empezado a transcurrir en dos grandes escenarios crecientemente diferenciados, el poder y la sociedad. Eso sucede siempre en periodos agitados cuando las fuerzas son colectivamente débiles y no son capaces de incidir en el sistema que los cobija o en la sociedad. Resuelta la crisis de gobierno –solo esta parte de la crisis– la larga coyuntura post PPK que podría durar hasta el 28 de julio, presenta algunos rasgos que toman su forma completa con la presentación del gabinete ante el Congreso.
Se ha completado el realineamiento de fuerzas. El nuevo gobierno ha generado un nuevo oficialismo parlamentario, más amplio, cuya contraparte es un Ejecutivo más acotado. El resultado de estos giros y ajustes es una administración con más continuidad que cambio; la corta disputa ha terminado y ello significa que la posibilidad de una transición política se ha agotado en la transición de gobierno. La eventualidad de un gobierno con una lógica de cambio y abierto a la sociedad ha cedido a la opción del cierre del poder en las alturas, es decir, un pacto que intenta la estabilidad de una parte del sistema político, sin emprender reformas.
Este primer resultado le favorece al Congreso. A Fuerza Popular le evita la tarea de insistir en una oposición pura y dura y abre la puerta al ejercicio de un compromiso tolerante con el Gobierno, la única alternativa para recuperarse del desgaste que significó la batalla para sacar a PPK del poder y derrotar a Kenji Fujimori. Por su parte, el Gobierno gana oxígeno, pero no movimiento, de lo que se tiene una autolimitación operativa, una capacidad de acción restringida frente al Parlamento que debilitará al Ejecutivo más adelante.
La imagen de un gobierno rehén del Congreso es tan debilitadora como la de un gobierno acosado por este. En el corto plazo, esta paz se verá alterada por una oposición quirúrgica contra algunos ministros incómodos a la mayoría parlamentaria, la ejecución de un guion conservador parlamentario y el aumento de las demandas sociales.
El otro escenario, el de la sociedad, evoluciona en una dirección por lo menos distinta, y quizás inversa. Las encuestas publicadas en las últimas semanas rayan la cancha de la opinión pública. En ella, la señal más clara es la asimilación nada traumatizante de la salida del poder de PPK, un botón de muestra de la fortaleza del sistema, para lo bueno y lo malo. Nos hemos descosido un poco, pero no roto.
Quizás también por eso, las mismas encuestas revelan una baja confianza ciudadana ante la posibilidad de eficacia del poder y, al mismo tiempo, una incertidumbre media sobre el futuro mediato. Este temperamento se combina con una alta demanda de acciones y una mediana expectativa social sobre los resultados. Una lectura fría de este cuadro es que los peruanos han perdido la ilusión a menos de dos años de las últimas elecciones o, si deseamos matizar las conclusiones, que el gobierno tiene una luna de miel arriba, pero no abajo.
La variable que explica estos dos escenarios es el agotamiento de los consensos ya advertido antes de la elección de PPK, y que su fracaso ha agudizado, un fenómeno en progreso del que la elite peruana no ha tomado nota. Volviendo al inicio de esta nota, la brecha entre estos dos escenarios diferenciados –el poder y la sociedad, las instituciones y la calle, la política oficial y la vida cotidiana– depende directamente del grado de atención que el poder les brinda a estos consensos agotados.
El fin del consenso alrededor del crecimiento económico acaba de explotar con las alertas lanzadas por el MEF respecto al déficit fiscal y la baja recaudación, con el aumento de la pobreza como telón de fondo. El fin de consenso político se expresa en una desafección que ha trepado a niveles extremos respecto del sistema y sus representantes.

Por ahora existe espacio para las dos políticas, la oficial que ha logrado un pacto de estabilidad, y la política de la calle que reclama poco e insiste poco. A decir verdad, no hay sobre la mesa grandes ideas de cambio sino una demanda difusa y airada. Por ahora.